El corazón no miente

 

El corazón no miente. El mío, por ejemplo, ha deseado repetidas veces despertar sin ti, sin tus molinos de viento, sin esa lava ardiente que brota de la tierra cada vez que a tu presencia se le antoja usurpar mis días. Ya te he incinerado en otras hogueras y nada es suficiente. Solo fueron horas perdidas, paisajes sombríos y besos muertos.

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Timbró el despertador a las seis y salté como resorte de la cama. La esencia de las velas merodeaba el aire. Bajo la almohada estaba el libro y los lentes parecían columpiarse sobre la mesa de noche. Entonces musité las palabras mágicas y sigilosamente abrí las cortinas. El sol, aún tenue, penetraba las gotas de rocío sobre el helecho. La orquídea azul, más imponente que el día anterior, se apoderaba de la armonía absoluta del jardín. Ahí estaba yo, sin recuerdos de la vieja noche y con cero expectativas, saliendo de la habitación hecha una nota discordante en busca del café. Permanecí en silencio frente a la estufa hasta que el estruendo de un mensaje fracturó el silencio. -¿A quién se le ocurre escribir a esta hora?- susurré . Regresé al micromundo que es mi habitación. Bebí del café lentamente al mismo tiempo que mis ojos atónitos recorrían de norte a sur el mensaje de texto .Después de tanto tiempo, de tantos días grises. Después de tantos sueños rotos y como si fuera tan fácil y tan simple…..

Aún te amo ❤️

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Ese corto diálogo lo he guardado desde entonces en mi subconsciente. ¡Que manera estoica de destrozarme! Como si alguien fuera suficiente para limitar los sueños ajenos y lanzarlos así por la borda. Salí de aquel lugar hecha añinos. Actuar en el teatro de París era mi más grande sueño desde niña. Mis primeros personajes los construí en el taller sobre ruedas de papá, aquella carreta destartalada que nos transportaba por todo Málaga. Harapienta y cubierta de polvo recorría las plazas de la ciudad dándole vida a mis creaciones teatrales y vale decir que gracias a ese talento dejé de pedir panecillos en las escaleras de la iglesia. ¡Que caótica niñez! Una madre que no me vió crecer por ir de trotamundos y un padre que hizo hasta lo imposible por verme sonreír. Cuando murió papá sus últimas palabras fueron: “ Perdóname por no darte mucho”. Suerte tuve de decirle que me lo había dado todo y que era él mi más grande amor. Papá voló a otro cielo. Acto seguido volé yo. Abandoné España. Enterré mi pasado gitano sazonado con malas hierbas y recorrí Europa por dos interminables años hasta llegar a Francia. ¿Por qué recuerdo todo esto ahora ? Las memorias tristes son tijeras filosas y eso lo aprendí de Leroy. Hoy solo debo celebrar. Mi último protagónico en el cine ha sido nominado para la Palme d’Or y por si fuera poco próximamente viajo a América. Ya está decidido, como dijo Jolette: “Si no lo intentas no sabrás qué existe más allá del miedo”.

Historias sin Nombre 1&2 están disponibles a través del blog @ http://www.lienatflores.com

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Reflexión 2/15/18

El verdadero amor de pareja o filial es un loco altruista y poco nos han enseñado de él. Hemos aprendido a sentirnos disminuidos y necesitamos que otro venga a llenar los vacíos. Entonces un día con “suerte” comprendemos que nadie puede llenar un espacio que nos pertenece. Descubrimos que el amor comienza con el propio y con la misma “suerte” aprendemos que amar es procurar la felicidad de los otros, aunque esa felicidad no implique nuestra presencia física, aunque esa felicidad no sea lo que hemos soñado.

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Historias sin Nombre #2

…En efecto, ahí estaba ella, vestida con la emblemática chaqueta roja de de los domingos y un brillo detonante en la mirada. Ya entrada en los eternos cuarenta seguía siendo la deslumbrante mujer que conocí una década atrás en Le Pure Cafe. Jolette era cliente asidua del local. Yo era la empleada multioficio que cubría cuanta plaza estuviese vacante, desde mesera hasta friegaplatos con tal de llevarme unos francos más a casa. ¡Que miseria espeluznante! Imposible olvidar el dolor de pies y aquellas ampollas que brotaban de mis manos por el embate del jabón. Sin embargo no todo fue nefasto. En medio de aquella turbulencia fuí feliz y tuve la dicha de conocer al inolvidable «Le divin Fabien», a la magnífica Madame Jolette, y a mi mejor amor, el hombre con quien he vivido los momentos más extáticos de mi existencia, aunque hoy no sea más que un verdugo.

Jolette me envolvió en una avalancha de abrazos y con prisa me llevó al salón. Nos sentamos en el diván y permanecimos en silencio, una frente a la otra, mientras las lágrimas inundaban mis mejillas y ella las secaba con devoción maternal. No era necesario dar explicaciones porque nadie me conoce mejor en esta vida que Jolette. Cantamos nuestros temas favoritos, desnudamos viejas nostalgias y entre sollozos desapareció una docena de madeleines. Afortunadamente el estrépito maullido de Bofilio logró liberarnos del trance. Jolette se levantó como un resorte en busca del bolso que dejó sobre la mesa del recibidor, tomó un sobre lacrado que guardaba en el kelly de Hermès y regresó al diván con la noticia que estuvimos esperando durante meses…

Historias sin nombre

Tu última carta me dejó rota, suspendida bajo un éter ponzoñoso que me aprisiona en el absurdo de quererte. Aún recuerdo aquella tarde de Octubre. Llovía a cántaros y Bofilio decidió escapar de casa bajo el torrencial. Ya era un anciano, apenas alcanzó caminar unos pocos pasos antes de quedar atascado debajo del taxi de Leroy. El peludo entró en pánico, comenzó a lanzar unos maullidos despavoridos que hacían eco en todo el vecindario y no tuve más remedio que salir al rescate.Lo abracé en mi regazo y regresamos al diminuto apartamento en la Rue Marcadet que por aquel entonces era nuestro hogar. Bofilio atravesó el umbral de los sueños envuelto en mantas. Sigilosa corrí a la cocina a preparar una infusión, prendí la estufa y en cinco minutos ya hervían los aromáticos tallos de jengibre. Disfruté del té hasta el último sorbo; entonces recordé que Jolette vendría a visitarme y me dispuse a organizar el recibidor. Entre las revistas y el periódico que trajo el cartero en la mañana encontré un sobre azul prusia que para sorpresa resultó ser tu carta. La leí una y otra vez, tratando de encontrar un soplo de amor en aquellas líneas que eran tan frías como el hielo de tu prolongada ausencia. Cantó el reloj cucú, eran las tres en punto y ya podía escuchar los melodiosos puños de Madame Jolette golpeando a la puerta……..
¡Continuará !IMG_5131