Historias sin Nombre #2

…En efecto, ahí estaba ella, vestida con la emblemática chaqueta roja de de los domingos y un brillo detonante en la mirada. Ya entrada en los eternos cuarenta seguía siendo la deslumbrante mujer que conocí una década atrás en Le Pure Cafe. Jolette era cliente asidua del local. Yo era la empleada multioficio que cubría cuanta plaza estuviese vacante, desde mesera hasta friegaplatos con tal de llevarme unos francos más a casa. ¡Que miseria espeluznante! Imposible olvidar el dolor de pies y aquellas ampollas que brotaban de mis manos por el embate del jabón. Sin embargo no todo fue nefasto. En medio de aquella turbulencia fuí feliz y tuve la dicha de conocer al inolvidable «Le divin Fabien», a la magnífica Madame Jolette, y a mi mejor amor, el hombre con quien he vivido los momentos más extáticos de mi existencia, aunque hoy no sea más que un verdugo.

Jolette me envolvió en una avalancha de abrazos y con prisa me llevó al salón. Nos sentamos en el diván y permanecimos en silencio, una frente a la otra, mientras las lágrimas inundaban mis mejillas y ella las secaba con devoción maternal. No era necesario dar explicaciones porque nadie me conoce mejor en esta vida que Jolette. Cantamos nuestros temas favoritos, desnudamos viejas nostalgias y entre sollozos desapareció una docena de madeleines. Afortunadamente el estrépito maullido de Bofilio logró liberarnos del trance. Jolette se levantó como un resorte en busca del bolso que dejó sobre la mesa del recibidor, tomó un sobre lacrado que guardaba en el kelly de Hermès y regresó al diván con la noticia que estuvimos esperando durante meses…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s