Tal vez lo que buscamos no está más allá del miedo sino dentro. Muy dentro y a la espera. Como la semilla que descansa bajo la tierra y solo al romperse emprende el viaje desde la raíz hasta la luz del sol.

Soy nada

Sé bien que le pertenezco al mundo. Me ha sorprendido el atardecer entre calles angostas, en plazas y parques, en ruinas lejanas de alguna ciudad. Escribí cartas al viento. Ardí en la hoguera y el río siempre me conduce al mar. Sé que la vida va ceñida a un hilo. Que en mi alforja llevo el agua de Túnez y Asúan. Soy polvo, arena, agua, viento, calor y frío. Soy el último beso que te oyó suspirar. Y entre tanto soy nada.

Liena T. Flores
Derecho reservado de autor

Fotografía: web

Deshielo

Era real es deshielo
la charla tonta que se escapa del tiempo
el súbito temor de saber
que el alma se vierte desnuda
a contra luz.

Era real la entrega, el equilibrio,
presentir los miedos
que cruzan el mapamundi de tus ojos.
Todo existe,
tan real como el beso al despertar,
como la mesa y el desayuno.

Aún no sé si ha llegado contigo
o he sido yo,
que abriendo puertas
dejé entrar la primavera.

Liena Tamayo Flores
Derecho Reservado de Autor

Rito de Venus

Voy por un café

antes de que sea tarde

y me crezcan alas,

antes de que vuelvan los recuerdos

de aquella mañana

cuando tus manos inquietas

dibujaron arabescos

sobre los sitios ignotos de mis planicies,

sigiloso te adentraste en la gruta de la femineidad,

levité en ti

y me entregaste el flujo la vida.

Liena T. Flores

Derecho Reservado de Autor

VI

Amordazada y fluvial,
dos en una.
Un paso adelante,
un paso atrás,
nada es en vano.
Soy el capullo
de mi inconsciencia consciente,
un grano de sal en la herida,
el epítome de la dulzura.
Crezco en espirales
de anhelos mundanos,
soy trascendencia divina.
Y a veces, solo a veces,
soy nada.

Antuene

Después de aquel lúgubre día de Septiembre me mudé al barrio Saint Germain, muy cerca de Doña Anastasia, mi madre adoptiva. El café que tanto había soñado fue construido por los chicos de la fraternidad. Comenzó siendo un pasillo bohemio de tres mesas y cocina diminuta hasta convertirse en lo que ves hoy: uno de los sitios más frecuentados de la ciudad. Luxemburgo sigue siendo mi lugar favorito, sobre todo en verano, pues Mathi juega con los niños y yo aprovecho para disfrutar del bullicio, el romance de los enamorados, las flores, el follaje de los arboles y la quietud de los ancianos mientras leen el periódico con ese ademán nostálgico propio de la senectud. Fue allí, frente a Santa Genoveva, donde juró amarme eternamente. Éramos tan jóvenes y rebeldes que no avistamos el futuro. Sus padres jamás me aceptaron. No querían bastardos mestizos. Mucho menos compartir el oxígeno con una mujer que hablaba de ancestros, de la tierra y sus espíritus divinos. Muy poco recuerdo de aquella noche en que fuimos embestidos por cuatro hombres armados hasta los dientes. Solo sé que desperté con la cara ensangrentada, el cuerpo adolorido y semi desnudo en las afueras de L’Eglise Saint-Germain des Pres. Antuene ya no estaba. Han transcurrido siete años y catorce días de ausencia.

Liena T. Flores

Derecho Reservado de Autor