Y me vi en el sofá expiando las penas. Revisando anotaciones del diario . Llevaba un vestido de lunares y el cuello mortecino cubierto en perlas. Ya no tenía el mismo pulso al escribir. Las manos temblorosas, el cuerpo adolorido, y un corazón tan joven y sonriente como hace cinco lustros cuando escribía las historias que hoy pululan en el librero y la memoria.
Liena T. Flores
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